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Cómo hablar con los niños sobre el cambio climático

Un niño sostiene un huevo pintado como el planeta Tierra en un día soleado al aire libre.
El cambio climático nos asusta a todos, pero podemos enseñarles a nuestros niños a tener esperanza y a concentrarse en la acción. | Lobro78/Getty Images/iStockphoto
Los niños saben que el mundo está cambiando y pueden sentir temor al respecto. Entonces, ¿qué pueden hacer los padres? Le ofrecemos consejos de los expertos para platicar del tema al enfocarse en la esperanza y la acción.
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Heather Goldstone recuerda el momento con claridad. Sus niños tenían 5, 7 y 9 años y dormían en la misma habitación de su casa en Cape Cod, Massachusetts. Una noche, mientras los estaba arropando a todos, su hijo del medio habló.

“Me dijo: ‘Mamá, hoy me enteré de que Cape Cod no estará aquí en el futuro debido al cambio climático, y eso simplemente no es justo’”, recordó. “Esto fue noticia nueva para su hermano menor, y mi hijo mayor ya tenía una sensación de indignación más que justificada. Así que, a los pocos minutos, los tres estaban llorando”.

Para cualquier padre o cuidador, responder a las preguntas de los niños sobre el futuro puede ser una tarea sobrecogedora a medida que nuestro planeta se calienta cada vez más, los patrones climáticos se agravan, el nivel de los mares aumenta y los incendios forestales se hacen más grandes y frecuentes. Los niños saben que el futuro será en un clima alterado y lógicamente sienten temor sobre cómo será la vida. Entonces, ¿qué pueden hacer los padres?

Afortunadamente, hay muchos expertos que también son padres que pueden ayudar. Estos son algunos de sus consejos.

Reconozca las preocupaciones, concéntrese en la acción y manténgase positivo

Como experta en cambio climático, directora ejecutiva de comunicaciones del Centro de Investigación Climática Woodwell y antigua presentadora del programa de radio sobre ciencia, Living Lab Radio, y además, como escritora de Climatide, un blog sobre comunidades costeras que enfrentan el cambio climático, Goldstone llevaba la delantera cuando sus niños comenzaron a llorar.

“Les dije: ‘Cape Cod estará aquí, pero tienen razón; se verá diferente’”, dijo. “Y tienen razón en que no es justo que las generaciones pasadas hayan creado este problema y ustedes tengan que lidiar con él, pero no tenemos que sentarnos a llorar al respecto: podemos hablar de ello y hacer cosas. ¿Qué les gustaría hacer?’”.

Dijo que a los niños se les ocurrió la idea de colocar carteles en las casas de su pueblo de Falmouth que dijeran: “Paren el cambio climático, no es justo”.

“Al poder hacer algo al respecto, todos se sintieron mejor y se durmieron”, agregó.

“Hay cosas que todos podemos hacer, y podemos involucrar a los niños en esas acciones”, dijo. “Esa conversación con mis hijos me hizo comprender el poder de hablar sobre la acción, incluso frente a este terrible mensaje: sí podemos hacer algo al respecto”.

El hijo mayor de Goldstone ahora tiene 14 años y ella cuenta que, hace poco, después de que él asistió a una protesta climática, “decidió que es una tontería que tengamos seis edificios escolares en Falmouth y que ninguno tenga paneles solares. Entonces, buscamos el potencial solar de todas las escuelas y tenían un puntaje perfecto para usar energía solar, así que escribió una carta diciendo: ‘Esto es ridículo, necesitamos hacer cosas elementales: ustedes tienen techos ideales para la energía solar, así que hagámoslo’”.

El distrito escolar respondió diciendo que el plan ya estaba encaminado, pero mientras tanto, el director de la escuela de su hijo ayudó a establecer un club ambiental que ha trabajado para colocar contenedores de reciclaje en la escuela y crear un plan de jardines para especies polinizadoras y secuestro de carbono en el campus.

En cuanto a sus acciones como familia, Goldstone dijo que recientemente se mudaron más cerca de la ciudad para poder ir en bicicleta a la escuela y al supermercado, y que están colocando paneles solares en el techo de la casa. También decidieron que su próximo automóvil será eléctrico y se esfuerzan por “comprar menos plástico, desperdiciar menos alimentos y conducir menos”, dijo.

“Con el cambio climático, la realidad está en la visión de conjunto: no sabemos si va a salir bien, pero tenemos historias de éxito y sabemos qué cosas podemos hacer”, dijo. “No se trata de diluirlo. Podría decir: ‘A mí me da miedo, a todos nos debería dar miedo’, pero hay que desarrollar la comprensión de que las cosas que hacemos cuentan”.

Ella también sigue los consejos que brinda regularmente en su trabajo sobre cómo comunicarse con los adultos acerca del cambio climático.

“Para mí, las cosas fundamentales que debo recordar al hablar con mis niños son las mismas que cuando hablo con cualquier persona que tiene dificultad con el cambio climático”, dijo. “Reconozco el temor y la preocupación y lo grandes que son, pero también enfatizo la responsabilidad individual y el empoderamiento, lo que podemos hacer, lo que podemos ahorrar y el poder que tenemos, y muestro historias de éxito y ejemplos donde las personas han tenido un impacto positivo”.

Heather Benway, una científica de carbono y cambio climático de la Institución Oceanográfica Woods Hole, que también es madre de niños de 9 y 13 años, dijo que es útil hablar con los niños sobre la historia del planeta y cómo las cosas han cambiado drásticamente en el pasado.

“Mis niños no están ansiosos, no se asustan por el futuro, pero mantengo las conversaciones positivas y optimistas. Les digo cuáles son las elecciones que podemos hacer; por ejemplo, por quién votar. Y cuando piensan en su futuro profesional, hay muchas cosas que pueden hacer, muchos campos en los que hay tantas oportunidades, hazañas de ingeniería que no se han realizado”.

Benway también sugiere que los niños se movilicen y actúen en sus comunidades. Por ejemplo, los escolares de su comunidad han ayudado a que los restaurantes dejen de usar pajitas de plástico.

Cuando los niños pregunten, hable al respecto

Expertos en cambio climático como Goldstone dicen que podemos hablar sin rodeos con los niños (y con cualquier persona) sobre estos cambios, pero a la vez sin hacerlos sentir desesperanzados e impotentes.

Helen Amanda Fricker, una glacióloga que estudia el hielo de la Antártida, ha estado hablando sobre el cambio climático con sus tres hijos de 11, 15 y 17 años desde que eran pequeños.

“Creo que fui a las aulas del kínder a hablar sobre el cambio climático en el contexto de los pingüinos. Desde el principio, nunca he dejado de mencionarlo”, dijo.

Goldstone dijo que no se sienta a decirles: “Hablemos de este tema tan difícil”, sino que espera a que sus hijos lo traigan a colación.

“Dejo que hagan preguntas y luego les doy la respuesta más concisa; es decir, no miento pero tampoco entro en todos los detalles”, dijo. “Por ejemplo, cuando hacen una pregunta complicada como, ‘¿Qué significa que el mundo va a estar mucho más caliente?’, no es necesario darles todos los datos: les doy una respuesta veraz y si ellos quieren más detalles, los piden”.

Al igual que Goldstone, Benway dijo que no trata de tener conversaciones planificadas sobre el cambio climático con sus hijos porque “saldrían corriendo por la puerta. Pero son muy curiosos y tienen muchas conversaciones espontáneas”.

Haga lo posible para explicar la ciencia de manera sencilla

Para Fricker, parte del problema es que, a veces, los niños no entienden la visión de conjunto porque han crecido escuchando solo los fragmentos y frases sueltas que dicen los adultos.

“Creo que hay mucha desconexión”, dijo. “Mis hijos llegan a casa de la escuela diciendo: ‘Tenemos que reciclar’ y no entienden por qué. Nadie entiende por qué. Entonces, al final, la gente piensa que las pajitas para beber son el mayor problema. Son importantes, pero no son el mayor problema. El gran problema es que estamos quemando demasiados combustibles fósiles y enviando dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera. Ese es el problema número uno. Hay una situación de causa y efecto que al parecer mucha gente pasa por alto. A los niños no se les ha enseñado esto. Por eso, siempre me he asegurado de que entiendan que todas las elecciones que hacemos pueden afectar las emisiones. Y eso es exactamente lo que tratamos de hacer: reducir nuestras emisiones”.

Cuando sus niños le hacen preguntas sobre la ciencia del cambio climático, Benway trata de usar analogías amigables para niños para transmitir escalas de tiempo y espacio, que son conceptos importantes en la ciencia del cambio climático.

“En los experimentos que hacemos, trato de vincular la acción humana y el impacto que tiene sobre el medioambiente, y cómo nuestras acciones se nos devuelven”, dijo. “Por ejemplo, si usted conduce un automóvil todos los días, emite cierta cantidad de dióxido de carbono. Usted puede calcular el impacto que esto tiene con las calculadoras de emisiones que están disponibles en línea”.

Fricker dijo que recuerda haber llevado a su hija y a sus amigas al acuario hace mucho tiempo, donde había una exhibición sobre el aumento de los niveles de dióxido de carbono. Para ayudarles a comprender un poco mejor el problema, explicó que el dióxido de carbono actuaba como si fuera una gruesa manta que envolvía al mundo y lo calentaba demasiado.

Los experimentos también pueden ser excelentes para ayudar a explicar la situación a los niños.

Benway hace un experimento que muestra la acidificación del océano con una taza de agua de mar a la que se añade jugo de repollo, el cual colorea el agua de acuerdo con su acidez. Luego, los niños hacen burbujas en el agua para agregar CO2.

“El agua cambia de azul a púrpura y luego a rosa, entonces podemos ver el impacto del CO2 en el agua y relacionarlo con lo que sucede cuando se agrega CO2 al océano”, dice Benway. “Eso afecta a las criaturas que viven allí, y les digo a los niños: ‘Hemos hecho este cambio en los últimos 50 a 100 años, pero la mayoría de los organismos no pueden adaptarse tan rápido’. A mi hija menor le encanta hablar de organismos y de cómo todos estamos conectados. Por ejemplo, veamos el caso del diminuto plancton: la gente no sabe que el plancton vive en todos los océanos y que produce aproximadamente la mitad del oxígeno de la atmósfera; no se percatan de que existe ese delicado equilibrio”.

Y como dijo Goldstone, independientemente de la edad de los niños, “no hay que diluir el mensaje, podemos darles la sensación de que pueden hacer algo al respecto”.

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